PORQUE NUESTROS JUECES NO DEBEN SER JÓVENES
(INEXPERIENCIA - SABIDURÍA - SANA CRÍTICA - IDONEIDAD)
EL juez debe ser experimentado en los temas que decide para poder impartir verdadera justicia
Impartir justicia es de sabios y los sabios solo se hacen sabios sumando experiencias.
Los mejores jueces
(La República de Platón)
"– Pero el juez, amigo, ordena las almas con su alma, a la que no le es posible convivir desde la juventud con las almas perversas y que pase por la práctica de todos los críme-nes, para que pueda conjeturar por ella misma los crímenes de los demás como [el médico] las enfermedades según [su propio] cuerpo; por el contrario, debe permanecer, durante la juventud, inexperta y pura de vicios, si se quiere que ella juzgue sanamente lo que es justo gracias a su honestidad. Por esa razón, los hombres de bien se muestran simples cuando todavía son jóvenes y son víctimas de los perversos, de los que no encuentran modelos en sí mismos para que se prevengan. – Y así sucede, en efecto – dijo. – Por eso – continué yo – el buen juez no debe ser joven; al llegar a aprender tardía-mente qué es la injusticia, no habiéndola aprendido como un vicio personal alojado en su alma, sino por haberla estudiado durante mucho tiempo en los demás ajena a su perso-na, sabe la clase de mal que es en sí, mas no por experiencia. – Pues ese juez es necesariamente el mejor de su clase – afirmó. – Y excelente – añadí yo – el que tú reclamabas; por–que el que tiene un alma buena es bueno. Pero aquel hábil y receloso que, habiendo cometido él mismo muchas injusti-cias y que se cree sagaz y sabio, cuando está en re–laciones con sus semejantes hace alarde de una clarividencia superior por ver en sí mismo la imagen del alma de los demás, él, por el contrario, al enfrentarse con gentes de bien y de edad avanzada, aparece, a su vez, como tonto por su desconfianza y por su ignorancia de la natural honestidad, de la que no encuentra en si modelo alguno. Pero ante la multitud de perversos superiores a los escasos hombres de bien en que se halla a la sazón, les parece a él y a los otros que es más sabio que ignorante. – Completamente cierto – comentó. XVII – Por lo tanto – proseguí yo –, es necesario buscar al juez de esa condición, al bueno y al sabio, pero no al primero; pues la maldad no conocería la virtud y a sí misma, mien-tras que la virtud, ayudada por la educación que aviva las luces naturales, llegará con el tiempo a conocer al uní–sono a sí misma y al vicio. Ése, pues, según me parece, llega a ser sabio, pero no el perverso. – Es mi parecer afín con el tuyo – dijo. – Por consiguiente, establecerás en el Estado una me–dicina cual decíamos, con una administración de justicia de la naturaleza que hemos dicho, para ocuparse de los ciuda-danos bien constituidos de cuerpo y alma, pero no de los que tienen el cuerpo mal cons-tituido, a los que se dejará morir, y a los de alma perversa e incorregible por natura–leza se les hará morir. – Eso es lo mejor – dijo – para esos desgraciados y para el Estado. – Y los jóvenes, pues – continué yo –, [es] evidente que se guardarán bien de ponerse en el trance de necesitar un juez, si practican aquella música simple que decía–mos que hace nacer la templanza. – Pues ¿qué [otra cosa]? – dijo. – ¿Acaso, según esos mismos principios, el músico que sigue la gimnasia, si quiere, no llegará a tal punto de no necesitar la medicina salvo que un caso lo requiera? – A mí me lo parece."